Thursday, October 11, 2007

Encontrado por ahí, sex humor año andá a saber, autora idem.

El dinero fue la perdición de las mujeres.
Es cierto que el metálico es el culpable de que los hombres se corrompan, roben y se maten entre sí, solo para acumular ese vil símbolo de intercambio comercial que no satisface nunca ni al que tiene las arcas llenas con él. Tener mucho dinero no es bueno para nadie, por más que mucha gente piense lo contrario. Dalmiro Saenz resumió recientemente esta idea diciendo: “Hace poco tuve una moto BMW y la vendí, porque empecé a preocuparme por ella. Y eso era absurdo”. El que tiene mucha plata se preocupa tanto por ella como el que no tiene nada. La medida ideal sería un término medio, es decir, tener “como para una silla, una mesa, un lápiz, un papel, un poco de whisky y algo de comida”, como dijo William Faulkner, el escritor, o “para una jarra de leche, una silla, papel, lápiz y una cena”, como dijo Albert Eistein, el físico. Tener para más que eso no tiene ningún sentido, porque eso de viajar por el Caribe (y morirse de calor), tener pileta de natación (y esclavizarse con el cloro y la reparación del filtro) y comprarse ropa cara (que después es incómoda o nos amargamos si se mancha), no hace feliz a nadie. Si el dinero hiciera la felicidad, ni Marilyn Monroe ni Cristina Onassis se hubieran suicidado.
Lejos de hacer la felicidad, la aparición del dinero en el mundo fue la perdición de las mujeres.


REZANDOLE A LA DIOSA
En el comienzo de los tiempos, las diosas fueron siempre mujeres. Los hombres siempre se sintieron admirados ante la capacidad femenina de sacar un hijo de las entrañas, y le confirieron a ello un sentido mágico. Tenía razón, ya que mucho de magia tiene el tema. Es más raro sacar un ser humano completo de la panza que un conejo de una galera de doble fondo.
Esto se sabe porque en todo el mundo, las figurillas de cerámica más antiguas –que datan de diez o veinte mil años antes de Cristo, épocas preagrícolas- son iguales en todas las latitudes. Tanto las antiguas cerámicas halladas en Willendorf (Alemania), como las de la India, Asia y Perú muestran siempre la imagen de lo que era el ideal de belleza femenina en esas épocas: una mujer regordeta, caderona, con pechos muy chiquitos, mucha panza y mucha cola: la fiel imagen de la fertilidad. Todas esas imágenes de grandes traseros y panzas de gestantes representan a las diosas de esas épocas. Mas adelante en el tiempo, para romanos, griegos, asirios, incas y etruscos, las diosas siguieron siendo mujeres: Uni Astarté, Venus Genitrix, Minerva y otras de nombres desconocidos. La mujer representaba la sabiduría y la fertilidad, la renovación de la población y la creación. Y ellas eran las que mandaban. El matriarcado existió siempre antes que el comercio.

CUANDO SOBRO LA FRUTA: EL OCASO DEL MATRIMONIO
Los pueblos más primitivos vivían de la caza, la pesca y la recolección. Luego, al descubrir que si plantaban una semilla de tomate en la puerta de la choza tenían tomate al alcance de la mano todo el año, se hicieron agricultores. Luego, cuando empezaron a tener tomates de sobra, y como aún no se había inventado el dulce de tomates ni la salsa Pumarola en conserva, se preguntaron: “¿Qué hacemos con los tomates que sobran?”. Y ahí empezó el maldito comercio. Los hombres empezaron a llevar los tomates sobrantes a tribus vecinas, que si no tenían nada para darles a cambio, tuvieron que inventar el dinero: un metal como valor de intercambio. Cuando los hombres empezaron a viajar cada vez más lejos para llevar sus cosechas sobrantes, las mujeres debieron quedarse en la cueva con los hijos. Y es ahí, con la aparición del dinero, que las mujeres perdieron como en la guerra. De ser jefas y diosas, pasaron a segundo plano ya que ellos, los hombres, se guardaban siempre el vuelto de las transacciones. “Ella podrá tener hijos –pensaron ellos-, pero yo tengo el poder.”

DIOS ES VARON, TIENE BARBA Y TARJETA DE CREDITO
A partir de que los hombres agarraron para el lado de los tomates, para las mujeres se pudrió todo. Los hombres decidieron que Dios no podía parecerse a una gordita que está en casa pariendo hijos, sino que era más parecido a un comerciante etrusco de los que les regateaban hasta el precio de las bolsas donde llevaban los tomates y que ellos tanto envidiaban porque estaba lleno de guita, sedas y perlas de Oriente. Entonces decidieron que Dios era un hombre barbudo, con mucha plata y hábil en las transacciones comerciales: “Si se portan bien, van al Cielo. Si se portan mal, los mando al Infierno”.
Por suerte en la Argentina aún hay grupos que se resisten a creer ciegamente en el valor todopoderoso del dinero y siguen rindiéndole culto a la Pachamama y a la Difunta Correa; diosa y santa, ambas madres. Es mucho más fácil creer en la bondad de una Diosa madre, sabiendo cómo son las madres de entregadas y generosas, que en un Dios padre, que aunque tenga un hijo enfermo no renunciará a su partido de fútbol semanal. Por eso hoy en día están apareciendo también grupos de culto a la Diosa, como respuesta al machismo que impone una religión de sacerdotes hombres y célibes, que viven como si se pudiera prescindir de las mujeres por completo. El dinero crea dioses masculinos. Los pueblos más pobres creen en la Virgen, Mama Ocllo y Imanjá.
Lo juro por la Pachamama.

1 comment:

Anonymous said...

uy mira! aprendio a ponerle bien la fecha a los posts!